Por: Jorge Paúcar
Uno de los beneficios de estar separado en plena pandemia es no tener que soportar a nadie, entre mocos y besos. Tampoco tener que aguantar, estoicamente, la orden de barrer y limpiar hasta el último rincón de la casa (“porque ahí está el bicho, carajo”). Estoy seguro que este virus va a matar la relación de muchas parejas en el mundo. Aún no hay vacuna para la cuarentena con la cuarentona (o la cincuentona).
Mis amigos me escriben y cuentan que no pueden con tantas cosas a la vez. Cocinar, lavar, planchar, desinfectar, comprar las mascarillas, ir al mercado y sacar a pasear al perro. Me dicen, afligidos ellos, que cuando dieron el sí lo hicieron pensando “en la salud y en la enfermedad”, pero jamás “en el aislamiento social obligatorio”. Ese es otro level, aseguran.
Si ya la convivencia entre dos personas es difícil, tener que compartir techo sin salir ni a la esquina durante días de días, afecta hasta el corazón más ilusionado. No hay ni tiempo ni para extrañarse. Y el amor que no sabe de apegos requiere de espacios para respirar (y suspirar), en medio del estado de emergencia de un sentimiento que se empieza a infectar por el hastío. En algunos casos, claro está.
Los caballeros afirman que el virus está matando su amor. No es lo mismo un beso con mascarilla, Señor Corazón, tampoco es igual un abrazo después de tomar Panadol o luego de un estornudo. No es lo mismo hacer el amor tocándose codo a codo. O darse un ósculo con una congestión nasal que no la soluciona ni tu Alergical SF.
Nada de lo que digo es exagerado (salvo yo). En las últimas semanas, en China, los divorcios en algunas ciudades han aumentado. Los especialistas sostienen que la cuarentena es “una olla a presión” que puede explotar en cualquier momento.
“Según informa el periódico ‘Global Times’, altavoz del Partido Comunista, las demandas de divorcio se han disparado en la ciudad de Xi´an, capital de la provincia de Shaanxi y famosa por sus guerreros de terracota”, dice el diario español ABC.
Por lo visto, una vez que pase el COVID-19, la otra pandemia que se nos viene es la de separaciones y divorcios. ¡Qué pandemonium!